lunes, 2 de diciembre de 2013

PARE Y REFLEXIONE


PARE   Y   REFLEXIONE

 

¿Por qué se lamenta el hombre?

Lamentaciones 3:39

Lectura Lm.1:1-4; y 4:1-10

 

vIntroducción

La Biblia es como nuestro planeta, sus continentes, países, regiones, departamentos y ciudades, y el estudio de la Biblia como un viaje por él. Hay tres maneras básicas de explorar nuestro planeta. Volando sobre él; recorriendo en auto y barco, o caminando.

Cualquiera sea la forma que se escoja, con seguridad va hacer muy provechosa. Claro el provecho de cada forma es diferente en sí, como lo es su impacto. No es lo mismo el impacto que se obtiene viendo el planeta desde el espacio exterior que el que se obtiene recorriéndolo en carro, y el impacto obtenido al explorarlo a pie es distinto al obtenido explorándolo en carro. Que bonito si pudiésemos conocer nuestro planeta de todas las maneras posibles.

 Podemos estudiar la Biblia obteniendo un panorama general de todo su contenido. Esto sería como explorar la tierra desde el aire. En la Biblia se ve también una gran avenida que parte de la eternidad hasta la eternidad atravesando la historia de la humanidad. Al tomar esa avenida para conocer la historia a través de la Biblia, debemos seguir el recorrido de acuerdo a las señales que ella misma impone. Cada libro o pasaje nos presenta un panorama o paisaje especial. Eclesiastés por ejemplo es como un gran vuelo alrededor del mundo, nos da un panorama general de lo que ocurre debajo del sol. Al leer Éxodo y Números, nos hallamos en un recorrido a través de un desierto, con un pueblo redimido pero todavía ciego, sordo y torpe.

 

vUn paseo por las ruinas de Jerusalén

Lamentaciones es un paseo a través de una ciudad en ruinas. La primera señal que encontramos en la entrada dice: vaya despacio y observe. ¡Lm1:1-4! Y de vez en cuando encontramos una señal que dice: Pare y reflexione. Esta señal casi siempre se encuentra entre signos de interrogación.  Para este sermón, he elegido uno de esos pares que se encuentran en el recorrido por las ruinas de Jerusalén.

Jerusalén   Año 587 d.C    Lm 3:39

En este versículo encontramos el stop más importante del recorrido por las ruinas de Jerusalén. Año 587 a.C. por doquier hay lamentos en aquella ciudad. También hoy por doquier hay lamentos; unos lamentan no haber podido terminar la carrera con la que soñaban; otros lamentan no haber logrado el empleo que esperaban; otros lamentan haber perdido el negocio que querían; otros más lamentan no haber nacido de padres con mejores recursos; y otros lamentan no haber podido casarse con la persona de sus sueños. Etc.

Nos lamentamos por distintas cosas, algunas algo aceptables; otras completamente inaceptables.     La gente en Jerusalén (en el año 587 a.C9)  tenía razones validas para lamentarse: el sistema de seguridad de su ciudad había sido destruido: los muros que la protegían estaban derribados; sus ejércitos habían sido vencidos. Las personas más eminentes iban en calidad de prisioneros hacia tierras desconocidas.

Todas las riquezas de la ciudad y el país, habían sido robadas. El orgullo de su nación que era el templo (construido y enchapado en oro por Salomón) había sido desvalijado y destruido por el fuego junto con los mejores edificios públicos y privados. Las personas que habían quedado se estaban muriendo de hambre  y sed (Lm4:4-10) tanta era la miseria que hasta las mujeres más piadosas habían decidido matar a sus hijos, cocinarlos y comérselos para no morir de hambre.

¿Es esto lamentable?  Claro que sí.

¿Quién no lamenta un pariente secuestrado? ¿Quién no lamenta a un ser querido asesinado? ¿Quién no lamenta que le saqueen su negocio o su casa y luego le prendan fuego? ¿Quién no lamenta ver a sus hijos muriendo de hambre? El autor de este libro no está diciendo que tal panorama no sea lamentable, pues esto es lo que él mismo hace en todo el libro. Su propósito no es mostrar que lamentar una pérdida sea malo.

 

vLa  causa de las ruinas

Lo que el Espíritu Santo hace en este versículo, no es reprobar el lamento por la pérdida de los bienes materiales, no. Lo que él dice es: si, ese drama es lamentable, pero hay un asunto más lamentable que ver el templo desvalijado y quemado; más lamentable que ver las personas como momias andantes.

¿Cuál es ese asunto? El pecado. El pecado es el asunto por el que los hombres, las mujeres y los niños debemos lamentarnos. ¿Por qué? Porque el pecado fue la causa de toda esa calamidad en Jerusalén.

El pecado fue el que introdujo toda clase de ruina al mundo. Es el pecado la causa principal de los sueños frustrados.

Lo que Dios nos dice en este versículo hoy es: si se va a lamentar del efecto, laméntese mayormente de la causa. El hombre, generalmente se lamenta del efecto, pero no de la causa. Incluso quiere y pide a Dios que le bendiga pero sin renunciar a la causa del mal.

El pecado es el asunto por el que todo hombre viviente debe lamentarse, porque todos hemos participado de él. (Ro 3:23). Pero la mayor ruina causada por el pecado no es la carrera frustrada, la familia disuelta, o la pérdida del trabajo.

 

vLa calamidad mas lamentable

La mayor ruina, la más grande calamidad causada por el pecado, es la separación espiritual de Dios.  Está escrito: vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y Dios; y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (IS 59:2)

El pecado cortó la línea de comunicación personal con Dios, y nos dejó sordos, ciegos e insensibles a la palabra de Dios; nos dejó insensibles a nuestras más profundas necesidades.

El asunto es que si seguimos lamentándonos de las consecuencias temporales del pecado, y no del pecado que las causa, nos espera una calamidad peor que la que hasta este momento hemos conocido.  Apocalipsis 2:8

 

v¿Se puede escapar de esa calamidad?

Sí, si se puede, si acude a Cristo, rogándole que ponga a su favor, los méritos de su justicia y Sacrificio. (Jn3:18,36). Queridos; perder el trabajo, el negocio, un ser querido, la salud, es lamentable; pero más lamentable es la falta de compromiso con la palabra de Dios; la falta de obediencia, la falta de oración, estudio de la Biblia, la inasistencia a los cultos, y la falta de comunión con los hermanos en Cristo. Y lo más lamentable de todo; es estar sin Cristo.

La razón por la que muchos no pueden perseverar, en obediencia al Señor, es tal vez porque aun están sin Cristo. De manera que la invitación es a venir a Cristo; por él recibimos de Dios la gracia y el apostolado para la obediencia a la palabra……..por amor de su nombre. (Ro 1:4).

 

 

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